viernes, 19 de septiembre de 2008

POR MI PERRA

El sentimiento más próximo que he vivido, he sentido, ha sido dolor, angustia, desesperación, impotencia, no sé, es algo que no se lo deseo a nadie por nada del mundo, es algo muy desagradable, pero que al fin y al cabo se pasa, ya que he tenido la fuerza para superarlo, y esa fuerza me la ha dado ella, mi chiquita. Ahora está recuperándose, pero el dolor y la desesperación que ha tenido, es algo inhumano, algo que una persona no podría superar tan fácilmente, pero ella está aquí conmigo, gracias sobretodo a unos estupendos veterinarios que la han intervenido.
Yo sabía que algo no iba bien, ella me lo quería decir, pero desgraciadamente, no entiendo el lenguaje de los animales, me miraba con sus ojitos llenos de lágrimas, llenos de dolor, nerviosa y angustiada subía a mí, diciendo llévame, ayúdame, y yo no sabía que me decía, no lo supe interpretar.
Siempre dicen que soy demasiado protectora con mis perritos, bueno, todavía, ahora y hoy por hoy no son mis perritos, son algo más, ellos me transmiten mucho cariño y yo no les voy a responder con menos, no puedo, porque sentirme querida es algo que anhelo, que me satisface y que me hace muy feliz. Es por este motivo por el que dejé que pasase el tiempo, sí, tal vez me obsesiono demasiado con las cosas, pero vuelvo a hacer hincapié en que yo sabía que algo no iba bien. Pero también es el deseo que tenía de que no fuera así lo que me hizo esperar, y esperé demasiado, no debería haberla hecho esperar tanto, sufrir tanto, dejar que se agotaran sus fuerzas, sus ganas de vivir, pero si que es verdad que al final todo salió medianamente bien, porque ella está conmigo, aunque haya perdido a sus bebés, ella está conmigo que es lo único me importa en este instante.
Todavía la miro y se me llenan los ojos de lágrimas, supongo que será el sentimiento de culpa, un sentimiento provocado por no haberla sabido escuchar, por haber escuchado a personas que ni si quiera la estaban viendo, que no veían su carita de dolor, sus ojitos brillantes llenos de lágrimas y no escuchaban sus quejidos. La espera hizo que sufriera más, que todo el dolor se convirtiera en chillidos, chillidos que nunca antes había escuchado en ella, ni en nadie, inexplicable el dolor que sentía, para saberlo habría que estar allí con ella y más aún sabiendo que los animales son mucho más fuertes que las personas, que son más resistentes al dolor.
No quería estar ahí con ella, pero tampoco la quería dejar sola, no sabía qué hacer, cómo actuar, nada, en ese momento no sabía nada. Empecé a gritar, a llamar a Ángel, no la quería dejar sola mientras me cambiaba para ir al veterinario, a las dos de la madrugada, después de dos días de dolor, pero fuimos y llegamos a tiempo para salvarla a ella.
Allí me derrumbé, cuando ya sabía que estaba en buenas manos, cuando por fin había personas que sabían qué hacer. Pero ella ,todavía sentía dolor y lo único que quería que se lo quitaran, yo no paraba de decir rápido, por favor. Ya me daba igual lo que pasara, sólo quería que no sufriera más, que la durmieran, que no sintiera, que no fuera consciente de lo que estaba pasando, que no fuese dueña de la agonía que supone perder a un hijo, que aunque no lo sé, ella para mi es como tal y yo estaba sintiendo que la perdía, pero no quería escucharla llorar, no quería, no quería verla agotada por el esfuerzo y el dolor, no quería.
Después de dos días sin dormir saqué toda la fuerza que me quedaba para estar con ella, que no se separaba de mi, ella no quería dejarme, me miraba porque sabía que yo también estaba sufriendo por ella y yo no podía hacer menos, no la podía dejar, no hasta que cerrara los ojos, no hasta que se durmiera por la anestesia que le habían puesto. Y fue entonces cuando empecé a ahogarme, a sentir rabia, a sufrir por ella, una angustia tremenda, yo no era dueña de mi, tenía que chillar, llorar, que sacar todo lo que sentía, no podía dejarlo dentro, tenía que expresarlo de algún modo. No paraba de pedir perdón, perdón por ponerme tan histérica, una histeria que no había sentido antes con tanta intensidad y la estaba sintiendo por ella, por mi perrita.
Todo esto lo sentí porque para ella soy su madre, y de una madre lo esperas todo, protección, cariño, amor, mucho amor y ella no quería que la dejara sola, a pesar de lo que piense mucha gente, ella no quería que me apartarse de su lado, eso lo sé y estoy segura y lo seguiré estando siempre.
Pasé una mala noche, pensando en ella. Mi despertar fue de la misma manera que me acosté, pensando en ella, y con los ojos llenos de lágrimas, con la desesperación de no saber que había pasado, si todo había salido bien, si iba a volverla a ver, si iba a poder contemplar su mirada, si iba a poder sentir su cariño, si iba a poder volver a pasearla... y sobretodo, si iba a seguir conmigo.
Hice todo cuanto pude por dejar la casa lo más limpia posible de restos de sangre, para cuando estuviera aquí, no oliera nada, no recordara, lo cambié todo y tiré la casita que le hice para que criara a sus pequeños. No quería que hubiese nada.
Cuando llegué a la clínica el corazón se me iba a salir, sentía como me golpeaba fuerte contra el pecho, no sabía cómo la iba a encontrar, y de repente, cuando la veterinaria comenzó a explicarme lo complicada que había sido la operación, la escuché llorar. Ese llanto no me gustó, y una vez más, pidiendo perdón, comencé a llorar. Lo siento, es que no lo puedo evitar. ¿Esa es mi perra?, es que nunca la había escuchado llorar así. Aunque la veterinaria me decía que era porque me estaba escuchando, yo no tenía consuelo, no podía cesar mi llanto, la quería tener ya conmigo. Pasados unos segundos la sacó de la jaula donde había pasado la noche y desorientada vino hacia mi, hacia su madre, todavía llorando, la cogí y la abracé, ella me chupaba y aunque desprendía un olor desagradable no la quería soltar, ahora estaba conmigo y no la iba a dejar, otra vez no.
Pronto se quedó durmiendo en mis brazos y, aunque ya estaba conmigo, yo la miraba y se me llenaban los ojos de lágrimas, pobrecita mi pequeña, lo mal que lo había pasado y el dolor tan grande que estará sintiendo después de una operación tan complicada y dolorosa.
Cuando llegué al piso eché un colchón en el suelo para estar con ella, pero necesitaba descansar y me fui a la cama. La dejé con su padre y cuando desperté me dijo que había estado llorando la mayoría del tiempo que había estado sin mi, y eso es porque me siente como su madre, porque eso lo he sentido y aún lo siento yo, cuando estoy mal, cuando necesito consuelo, cuando enfermo, cuando no me siento con fuerzas, es a mi madre a la que llamo, es ella quien quiero que está a mi lado, quien quiero que me consuele, que me hable, que no me deje. Es de mi madre de quien necesito todo, ella me da toda la fuerza y todas las ganas de vivir y ahora yo interpreto el papel de madre, un papel maravilloso, que va más allá de los cuidados físicos, un papel que consiste en transmitir signos de protección, amor, cariño, un papel que espero muy pronto ofrecer a alguien que no sea un perro, a un hijo de verdad y será entonces cuando, tal vez, mis perritos pasen a segundo plano, aunque no deseo por nada del mundo que esto ocurra, porque tengo la fuerza, el amor y el saber necesarios para dar todo lo que me transmiten, todo el amor que necesito para vivir.
Y aunque algunas personas piensen que estoy loca, que soy una desequilibrada, esto es lo que pienso, lo que siento y por nada del mundo nunca quiero dejar de sentirlo porque todo esto que he sentido, siento y sentiré sólo se puede describir con una palabra, una palabra maravillosa, una palabra que debería existir en todos los seres de la tierra, una palabra que me da fuerzas para vivir, una palabra que aunque físicamente ocupa un espacio insignificante, a mi me llena todo, para mí, es inmensa, infinita, y esta palabra es AMOR.


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